El primer disparo (según supe mucho más tarde) se produjo sobre las diez menos cuarto de la noche. Para mí, inmerso tal y como estaba en mis propios pensamientos, fue poco más que un sonido lejano que me llamó la atención apenas unos segundos. Pensé en los niños lanzando petardos, algo propio de las fiestas que comenzaban dos días después, y no me preocupé más. El segundo disparo, el que encendió todas mis alarmas, se produjo tres minutos pasadas las diez de la noche, demasiado cerca de donde me encontraba como para no ceder a la tentación de ir a curiosear un poco. No debería haberlo hecho pero ¿qué sabía yo entonces?
2.6.11
Cuando la conocí fue como si siempre hubiese estado allí. Era la única persona capaz de sonreír solo con la mirada y tenía una luz especial, como el brillo de una hoguera, que danzaba a tu alrededor y te descubría rincones que nunca habías visto.
- ¿Porqué se apagó?
Nunca lo hizo, fui yo quien dejó de verla, quien se quedó ciego, y un buen día sólo podía ver la realidad. Nunca más he vuelto a ver. Ella jugaba con la ilusión entre sus dedos y, cuando te rozaba, podía llenarte el alma de mariposas. Y tenía ojos de gata. Aunque hace años que no la veo los recuerdo como si me mirasen desde la almohada cada noche.
- ¿Eran verdes, como los de los gatos?
¿Sabes qué? Nunca me fijé en su color.
19.8.10
Existe la falsa creencia de que las segundas partes nunca son buenas o que, cuanto menos, son peores que las primeras. Es sin embargo mi intención hoy demostrar no sólo que esa idea preconcebida es falsa sino que, en mi caso, es total y absolutamente contraria a la realidad. Arranco por segunda vez no sólo en el blog, sino en muchas otras cosas, facetas que habían quedado a un lado en el discurrir de mi vida, que se iban marchitando suplicantes de unas gotas de atención, y a las que desde hoy no puedo prometerles dedicación absoluta pero al menos sí unos leves brochazos desde lo más profundo de mí misma. Muchas cosas han cambiado y muchas más están por cambiar, pero aún hay algunas que no quiero ni pienso dejar que cambien.
14.4.10
Como si no pasase el tiempo. Como si aún fuese ayer, el año pasado, hace un siglo, cuando nos reímos por última vez de alguna frase sin sentido. No es fácil olvidar (ni querré nunca hacer tal cosa) los cientos de tiritas con apariencia de sincera preocupación que han curado las magulladuras de mi alma en el camino hacia quién soy hoy. Quizá solo sea yo quien lo ve, pero allá en el fondo, donde a menudo nos encontrábamos a medianoche, tras unas cervezas y al amparo de la confianza ampliamente demostrada, nada ha cambiado. Continúo contando contigo, creyendo ciegamente en que estarás ahí si lanzo un S.O.S. al viento, aunque a veces me encuentro a mi misma reprochándote que no has escuchado mis llamadas. Para mí, pese a todo, sobre todo, vas a estar conmigo.
23.3.10
Pío, el pollito pastor. Página 3
21.1.10
Pío, el pollito pastor. Página 2
- Las ovejas son demasiado grandes, te pisarán.- le decía su madre cuando le sorprendía junto al cercado.
- Los perros deben ser pastores. Y tú no eres un perro, eres un pollito. Tu deber es comer maíz con los demás pollitos.- repetían sus hermanos.
Pero nada podía convencer a Pío.
- ¿Porqué no puede un pollito ser pastor? ¿Quién a decidido que sólo los perros pueden?- preguntaba Pío, pero los demás animales no le respondían. Todos se reían diciendo que las ovejas nunca harían caso a un pequeño pollo amarillo.