2.6.11

El primer disparo (según supe mucho más tarde) se produjo sobre las diez menos cuarto de la noche. Para mí, inmerso tal y como estaba en mis propios pensamientos, fue poco más que un sonido lejano que me llamó la atención apenas unos segundos. Pensé en los niños lanzando petardos, algo propio de las fiestas que comenzaban dos días después, y no me preocupé más. El segundo disparo, el que encendió todas mis alarmas, se produjo tres minutos pasadas las diez de la noche, demasiado cerca de donde me encontraba como para no ceder a la tentación de ir a curiosear un poco. No debería haberlo hecho pero ¿qué sabía yo entonces?

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