23.3.10

Pío, el pollito pastor. Página 3

Un mañana de verano Pío se levantó muy temprano, antes de que cantase el gallo, y fue caminando despacito hasta el cercado en donde dormían las ovejas. Pero al pasar por el lago, vio que Lobo, el perro, miraba triste al agua.
-¿Porqué estás triste?- le preguntó
Lobo miró al pequeño pollito y sonrió.
- Tú no lo notas porque eres muy pequeño, pero yo soy grande y tengo el pelaje muy largo. Y cuando llega el verano paso mucho calor. Me gustaría poder bañarme en el lago.
-¿Y porqué no lo haces?- volvió a preguntar Pío.
-Los patos se bañan en el lago. Yo soy perro y mi deber es guiar a las ovejas, ¿Quién las cuidaría si yo me pusiese a nadar todo el día?
-Yo lo haré- dijo Pío. Y el perro Lobo se puso a reír.
-Pero si tú eres un pollito. Eres demasiado pequeño, las ovejas no te tienen miedo. No te harán caso. Te pisarán al pasar.
-No lo harán si tu me enseñas. - insistió Pío. - Así tú podrás refrescarte en el lago.
El gran perro Lobo miró al pequeño pollo, amarillo como el sol que empezaba a calentarle la espalda. De repente te acercó con su enorme boca al pollito que le miraba asustado, pero no le mordió. Le sujetó despacio por las plumas y se lo subió a la espalda. Así, por primera vez, Pío vio la preciosa granja desde los ojos del gran perro pastor.
-Ven conmigo, te enseñaré a guiar a las ovejas.

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