19.8.10

Existe la falsa creencia de que las segundas partes nunca son buenas o que, cuanto menos, son peores que las primeras. Es sin embargo mi intención hoy demostrar no sólo que esa idea preconcebida es falsa sino que, en mi caso, es total y absolutamente contraria a la realidad. Arranco por segunda vez no sólo en el blog, sino en muchas otras cosas, facetas que habían quedado a un lado en el discurrir de mi vida, que se iban marchitando suplicantes de unas gotas de atención, y a las que desde hoy no puedo prometerles dedicación absoluta pero al menos sí unos leves brochazos desde lo más profundo de mí misma. Muchas cosas han cambiado y muchas más están por cambiar, pero aún hay algunas que no quiero ni pienso dejar que cambien.

14.4.10

Como si no pasase el tiempo. Como si aún fuese ayer, el año pasado, hace un siglo, cuando nos reímos por última vez de alguna frase sin sentido. No es fácil olvidar (ni querré nunca hacer tal cosa) los cientos de tiritas con apariencia de sincera preocupación que han curado las magulladuras de mi alma en el camino hacia quién soy hoy. Quizá solo sea yo quien lo ve, pero allá en el fondo, donde a menudo nos encontrábamos a medianoche, tras unas cervezas y al amparo de la confianza ampliamente demostrada, nada ha cambiado. Continúo contando contigo, creyendo ciegamente en que estarás ahí si lanzo un S.O.S. al viento, aunque a veces me encuentro a mi misma reprochándote que no has escuchado mis llamadas. Para mí, pese a todo, sobre todo, vas a estar conmigo.

23.3.10

Me miro al espejo... y me reconozco.

Por fin sé quien soy. He recuperado esa parte de mí que dejé atrás en el tedio de los días, esa que aparté de mi camino porque se entrometía demasiado en mi vida, porque me decía que em estaba equivocando, porque me hacía sentir culpable por amar demasiado a quien no se lo merecía. También he logrado encontrar a aquella yo que siempre permanecía escondida por miedo al fracaso, a la vergüenza, al desprecio, y que poco a poco fue desapareciendo en mi interior sin atreverse a decir nada; y a esa otra que vivía constantemente en primavera, para la que las cosas nunca eran rosas si existía la manera de verlas rosas.

Después de mucho -quizá demasiado- tiempo sin saber quien soy, al fin la suave luz del amanecer me devuelve todas mis yo perdidas.

Pío, el pollito pastor. Página 3

Un mañana de verano Pío se levantó muy temprano, antes de que cantase el gallo, y fue caminando despacito hasta el cercado en donde dormían las ovejas. Pero al pasar por el lago, vio que Lobo, el perro, miraba triste al agua.
-¿Porqué estás triste?- le preguntó
Lobo miró al pequeño pollito y sonrió.
- Tú no lo notas porque eres muy pequeño, pero yo soy grande y tengo el pelaje muy largo. Y cuando llega el verano paso mucho calor. Me gustaría poder bañarme en el lago.
-¿Y porqué no lo haces?- volvió a preguntar Pío.
-Los patos se bañan en el lago. Yo soy perro y mi deber es guiar a las ovejas, ¿Quién las cuidaría si yo me pusiese a nadar todo el día?
-Yo lo haré- dijo Pío. Y el perro Lobo se puso a reír.
-Pero si tú eres un pollito. Eres demasiado pequeño, las ovejas no te tienen miedo. No te harán caso. Te pisarán al pasar.
-No lo harán si tu me enseñas. - insistió Pío. - Así tú podrás refrescarte en el lago.
El gran perro Lobo miró al pequeño pollo, amarillo como el sol que empezaba a calentarle la espalda. De repente te acercó con su enorme boca al pollito que le miraba asustado, pero no le mordió. Le sujetó despacio por las plumas y se lo subió a la espalda. Así, por primera vez, Pío vio la preciosa granja desde los ojos del gran perro pastor.
-Ven conmigo, te enseñaré a guiar a las ovejas.

21.1.10

Pío, el pollito pastor. Página 2

Desde que Pío salió del cascarón le encantaba rodear la granja y caminar bajo el sol hasta el cercado. Allí, al otro lado, las ovejas pastaban tranquilamente, con su mullida capa de lana que las protegía del viento frío del invierno y que las hacía parecer pequeñas nubes blancas. Cuando les tocaba salir a pasear por el campo, Lobo, el perro, se acercaba a las ovejas ladrando con fuerza y ellas, obedientes, caminaban en grupo, sin separarse. Y Pío lo observaba todo muy callado, queriendo aprender.
- Las ovejas son demasiado grandes, te pisarán.- le decía su madre cuando le sorprendía junto al cercado.
- Los perros deben ser pastores. Y tú no eres un perro, eres un pollito. Tu deber es comer maíz con los demás pollitos.- repetían sus hermanos.
Pero nada podía convencer a Pío.
- ¿Porqué no puede un pollito ser pastor? ¿Quién a decidido que sólo los perros pueden?- preguntaba Pío, pero los demás animales no le respondían. Todos se reían diciendo que las ovejas nunca harían caso a un pequeño pollo amarillo.

Special K

Tener aspiraciones profesionales es la mejor manera de darse cuenta de que la educación de este país lleva al más abismal desengaño. El conocimiento se supedita a un contrato indefinido, a una plaza fija que permita hablar de grandes verdades desde un cómodo despacho. Ser inteligente está sobrevalorado en una sociedad dominada por milagrosos métodos adelgazantes y que, irónicamente, tacha de superficial el culto al físico. Me rindo ante las verdades institucionalizadas, no me apetece estudiar hoy. Me voy a comprar al súper. Esta noche empiezo la dieta.

14.1.10

Pío, el pollito pastor. Página 1

Había una vez, en un lugar muy lejano, una granja en la que siempre brillaba el sol. En aquella granja nunca llovía, la hierba era verde, y por la noche en el cielo brillaban miles de pequeñas estrellas. Y como pasa en todas las granjas, ésta también estaba llena de animales. Había vacas, ovejas, caballos, patos…. Y aunque vivían todos juntos nunca se peleaban porque cada animal tenía un trabajo que sólo él podía hacer. Las vacas daban la leche, los caballos tiraban del carro con paja, los patos nadaban tranquilos en el lago, y las gallinas comían maíz y ponían huevos. Pero había un animal, un pequeño pollito amarillo, que no quería quedarse con sus hermanos comiendo maíz. El pequeño pollito Pío quería ser pastor.