Cuando la conocí fue como si siempre hubiese estado allí. Era la única persona capaz de sonreír solo con la mirada y tenía una luz especial, como el brillo de una hoguera, que danzaba a tu alrededor y te descubría rincones que nunca habías visto.
- ¿Porqué se apagó?
Nunca lo hizo, fui yo quien dejó de verla, quien se quedó ciego, y un buen día sólo podía ver la realidad. Nunca más he vuelto a ver. Ella jugaba con la ilusión entre sus dedos y, cuando te rozaba, podía llenarte el alma de mariposas. Y tenía ojos de gata. Aunque hace años que no la veo los recuerdo como si me mirasen desde la almohada cada noche.
- ¿Eran verdes, como los de los gatos?
¿Sabes qué? Nunca me fijé en su color.
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