Desde que Pío salió del cascarón le encantaba rodear la granja y caminar bajo el sol hasta el cercado. Allí, al otro lado, las ovejas pastaban tranquilamente, con su mullida capa de lana que las protegía del viento frío del invierno y que las hacía parecer pequeñas nubes blancas. Cuando les tocaba salir a pasear por el campo, Lobo, el perro, se acercaba a las ovejas ladrando con fuerza y ellas, obedientes, caminaban en grupo, sin separarse. Y Pío lo observaba todo muy callado, queriendo aprender.
- Las ovejas son demasiado grandes, te pisarán.- le decía su madre cuando le sorprendía junto al cercado.
- Los perros deben ser pastores. Y tú no eres un perro, eres un pollito. Tu deber es comer maíz con los demás pollitos.- repetían sus hermanos.
Pero nada podía convencer a Pío.
- ¿Porqué no puede un pollito ser pastor? ¿Quién a decidido que sólo los perros pueden?- preguntaba Pío, pero los demás animales no le respondían. Todos se reían diciendo que las ovejas nunca harían caso a un pequeño pollo amarillo.
21.1.10
Special K
Tener aspiraciones profesionales es la mejor manera de darse cuenta de que la educación de este país lleva al más abismal desengaño. El conocimiento se supedita a un contrato indefinido, a una plaza fija que permita hablar de grandes verdades desde un cómodo despacho. Ser inteligente está sobrevalorado en una sociedad dominada por milagrosos métodos adelgazantes y que, irónicamente, tacha de superficial el culto al físico. Me rindo ante las verdades institucionalizadas, no me apetece estudiar hoy. Me voy a comprar al súper. Esta noche empiezo la dieta.
14.1.10
Pío, el pollito pastor. Página 1
Había una vez, en un lugar muy lejano, una granja en la que siempre brillaba el sol. En aquella granja nunca llovía, la hierba era verde, y por la noche en el cielo brillaban miles de pequeñas estrellas. Y como pasa en todas las granjas, ésta también estaba llena de animales. Había vacas, ovejas, caballos, patos…. Y aunque vivían todos juntos nunca se peleaban porque cada animal tenía un trabajo que sólo él podía hacer. Las vacas daban la leche, los caballos tiraban del carro con paja, los patos nadaban tranquilos en el lago, y las gallinas comían maíz y ponían huevos. Pero había un animal, un pequeño pollito amarillo, que no quería quedarse con sus hermanos comiendo maíz. El pequeño pollito Pío quería ser pastor.
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